Vacaciones de ruido y ruido en los cines

Alfonso C. Terceño Ruiz, presidente de Adecavi
Ruidos.org

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ADECAVI (Asociación para la Defensa de la Calidad de Vida de los Pueblos y Ciudades de Euskadi
C/ Pelota, 5, Local.
BILBAO
Tfno: 944304130

La mayoría de las situaciones de contaminación acústica analizadas o denunciadas por las asociaciones de vecinos o por organizaciones ecologistas se refieren a agresiones acústicas originadas por actividades económicas molestas, o bien, por infraestructuras de comunicaciones, principalmente carreteras y autovías.

Sin embargo, a la vuelta del verano, y después de haber probado las delicias del descanso, de las vacaciones y del viajar, uno ha podido, quizás, comprobar que el ruido molesto en general, está también presente en estos ámbitos del descanso y del ocio, si cabe con mayor profusión, en muchas ocasiones.

Seguramente es entonces, cuando nos damos más cuenta de lo importante que es vivir en una atmósfera tranquila alejada, nunca mejor dicho, del "mundanal ruido", probablemente porque al sentir las agradables sensaciones de las vacaciones nos percibimos mejor, nos encontramos bien, porque nos sentimos en armonía con nuestro cuerpo, o cuando menos aproximándonos bastante a ella.

Es en esta armonía más o menos conseguida, cuando de repente nos topamos con las motos acuáticas, y sus infernales decibelios, con los bares de copas bajo nuestro apartamento, en una aparentemente idílica primera línea de playa, con los aeroplanos de propaganda pasando por encima de nuestras cabezas etc.. Desde luego, quien haya optado, inteligentemente, por pasar las vacaciones en zonas apartadas del turismo masificado, y frecuentando calas retiradas o salvajes, o amables pueblecitos en parajes apartados de la geografía peninsular, habrá podido vivir más intensamente esa pretendida armonía con nosotros mismos que es el objetivo principal de unas buenas vacaciones.

De un modo más o menos consciente, todos nos hacemos en estos días un breve "examen de conciencia vacacional ", para ver si hemos cumplido los sueños vacacionales que teníamos durante el invierno, no conviene ser muy exigentes con el resultado, una cosa son los sueños o las ilusiones y otra la realidad de lo vivido, y se lo digo por experiencia propia.

Realizadas estas ligeras reflexiones, que me era difícil obviar por estar en las fechas en las que estamos, en torno a las vacaciones, y a la contaminación acústica presente, también ellas, paso a plantear una situación, que seguramente todos los que vamos al cine hemos vivido y vivimos continuamente, y es el ruido excesivo en los mismos.

Principalmente el asunto está ligado a los nuevos cines dotados de esos sofisticados sistemas de sonido y a las películas de acción. Nuestros cines de los nuevos centros comerciales, o de puertos deportivos, y en general todos los cines modernizados, cuando proyectan películas de acción, que ya de por sí registran sonidos trepidantes generados por gritos, explosiones, máquinas, efectos especiales, transformaciones fantásticas etc., las proyectan a un determinado volumen recomendado por los productores de las películas o las empresas suministradoras. Como imaginan, o como han constatado, este volumen es elevadísimo.

La revista OCU-SALUD, en su nº 34 de Febrero - Marzo de 2001 expuso unas investigaciones sobre este tema que constatan con datos lo que todos sabíamos, que cuando vamos al cine a ver determinadas películas, nos vemos expuestos durante 90, 120 o 150 minutos a una agresión acústica en toda regla.

Para esta investigación, se visitaron 12 cines de Madrid donde se proyectaban 5 películas, tres de ellas infantiles; dicha visita, suponía entrar como un espectador, ocupar una butaca y "oír" la película con un sonómetro en mano donde se registraba el nivel de ruido durante toda la película, y con esos valores se calculaba el volumen medio y máximo ( en decibelios) . Aunque dicho estudio se haya realizado en Madrid, es perfectamente extrapolable a bastantes cines del gran Bilbao y del País Vasco en general.

Los resultados de dicha investigación barajaban niveles sonoros medios en decibelios de 72, 8 dBA, 103,6 dBA, 83,5dBA, 69,2 dBA, 81,5dBA, 84,8dBA, 79,5 dBA ... y los niveles máximos eran de 106,1dBA, 120,6dBA (este último dato medido en dos cines), 114,8dBA, 115dBA, 122,1 dBA, 118,2dBA...

En general, del estudio se extrajo la conclusión de que el volumen se mantenía bastante constante durante toda la proyección de la película; pero, no parece aceptable a los profesionales de la materia, que en todas la películas los picos, o valores máximos, superaran el nivel médico de riesgo de 90dBA.

A juicio de dicho informe que comentamos, convendría bajar el volumen de las películas, -situar el nivel medio en torno a 75 dBA bastaría-, y los picos no debieran ir más allá de 90dBA. Además, hay que tener en cuenta que las agresiones sonoras que se soportan a lo largo del día se acumulan, y si durante el día hemos estado expuestos a una presión sonora elevada durante un tiempo considerable, esta nueva exposición en el cine agravaría la agresión acústica sufrida ese día, sea ésta, manifestada en lesiones físicas, o bien, en aumento de niveles de estrés, ansiedad etc.
La situación no es, para dicho informe, tan preocupante como el que se vive en las discotecas, donde las agresiones acústicas se están registrando ya en las consultas de los otorrinos, apareciendo lesiones irreversibles, pero muchos ciudadanos no vamos a esas discotecas y si a los cines, y no queremos vernos expuestos en estos espacios de ocio a fuentes de ruido, cuyos niveles máximos sí son agresiones sonoras de cierta entidad que no tenemos porque recibir, sin nuestro consentimiento.

Así las cosas, tenemos que exigir a los poderes públicos que intervengan en estos establecimientos velando no sólo para que caso de desatarse un incendio no perezcamos dentro de la sala, caso éste que afortunadamente no ocurre casi nunca, sino que intervengan en las agresiones que sí estamos sufriendo a diario en ciertos cines viendo determinadas películas. Y esta intervención debe pasar inexcusablemente por establecer unos límites de emisión de decibelios, utilizando criterios médicos, y pensando siempre en todos los espectadores, no sólo en aquellos cuyo gozo es mayor, cuanto más vibra la sala.

Bien harían pues, los departamentos competentes en la materia en realizar este otoño de vuelta al cine, un estudio previo de la situación, y seguidamente, sin dilaciones dictar alguna normativa que vele por nuestra salud y nos prevenga de tanta sonoridad impuesta a todos sin nuestro consentimiento.


Fdo: Alfonso C. Terceño Ruiz

Presidente de ADECAVI


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